La docencia como un ejercicio auténticamente político
Razones para dedicarse al oficio docente hay por montón. Entonces, ¿Cuál es la novedad? Pues, estas intuiciones están amparadas, primeramente, en la experiencia propia y de colegas cercanos; en la riqueza del contacto con los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de mi contexto socioeducativo; y en el bagaje pedagógico, ético, filosófico, teológico y espiritual de quien lo expresa.
1. Es una vocación sublime.
Todas las personas de cualquier otra profesión han pasado por el cuidado y acompañamiento (pedagogía) de un/a docente. A quien la familia, la sociedad y el Estado, lo han “llamado” y le han confiado la delicada misión de perfeccionar a la humanidad, para que aprenda y enseñe el arte de vivir, por eso merece el título de “Maestra/o”.
2. Es un acto de amor.
Quien ha desempeñado su labor docente con total entrega, sabe que es un acto de amor puro, al estilo de Jesús, una continua entrega, en la que se soportan incontables sacrificios, esfuerzos, renuncias. Casi que es un «dejar a su padre y a su madre» para seguir una vocación, la vocación de amar al mundo, gastando y desgastando su vida, para que quienes viven en él, lo sepan hacer.
3. Es un acto de donación del ser.
Un buen/a docente es consciente de que su tarea no dura seis u ocho horas. Él sabe -en su cerebro está tatuado- que su rol se vive 24×7. Diariamente, a cada instante, está en función de su vocación, porque se debe por completo a sus estudiantes. Su tiempo ya no es su tiempo. Pues, viendo una peli, saca ideas para la próxima clase; viendo las noticias, piensa en la situación de sus peques; muchas noches de insomnio están ligadas a su oficio; tras el campanazo (timbre) final, deja a sus estudiantes, pero no las preocupaciones en torno a ellos. Tarde o temprano, termina involucrando, incluso, a su propia familia.
4. Es una continua defensa y promoción de la dignidad de la persona.
Esto es al extremo, por eso corrige las equivocaciones éticas y morales de sus estudiantes, con mucha más pasión que las de matemáticas o lenguaje, porque entiende que repercuten en la dignidad de ellos. Con mayor razón los cuida de los errores y atropellos de terceros; por eso, está atento a los signos de abuso y malos tratos por parte de sus cuidadores o de cualquier otra persona.
5. Es un sano y bien entendido ejercicio de la Política.
Si entendemos la política como un ejercicio y esfuerzo constante por la búsqueda del bien común y el establecimiento de la justicia social, o como lo entiende el Papa Francisco, la política como <<una de las formas más altas de la caridad>> o, lo que es lo mismo, <<una sublime manifestación del amor>>, entonces sabemos que los maestros/as son políticos por naturaleza. Desde luego, esto es una versión contraria a la corruptela que nos venden por política, tanto los medios de comunicación, como muchos de los dirigentes políticos. Profético sería, volver la mirada al rol y función de las y los docentes para entender la esencia de la política.
6. Es un humilde servidor público.
En esto se asemeja un poco a la figura del «siervo sufriente» referido en la profecía de Isaías. El inocente que sufre las injusticias para justificar al pueblo. Lleva a cabo su labor, sin tener en cuenta las incomprensiones, la falta de apoyo efectivo y eficiente del Estado, la sociedad y, en muchos casos, de las familias. Lo soporta, aunque el salario no sea el mejor, lo hace con pasión por vocación, amor, donación, política y por su compromiso con la dignidad humana.
7. Es un germen de cambio y transformación social.
Permanentemente está sembrando en sus escolares el impulso y la necesidad de cambiar la realidad para bien. Los motiva permanentemente para que, mediante la formación-transformación del ser, puedan transformar su entorno, generar soluciones, canjear las adversidades por posibilidades, cambiar las crisis por progreso y superación. Está poseída/o por la firmeza y tenacidad de Arquímedes: <<Dame un punto de apoyo y moveré el mundo.>>
8. Es un constante gestor de paz.
Aunque sea bueno en su ciencia y domina casi a la perfección el arte de enseñar, su interés más importante no es transmitir lo que sabe sino construir una sociedad en paz. Por eso, trabaja sin parar para que sus estudiantes aprendan a vivir en armonía. Reconoce que los conflictos son acontecimientos naturales en la vida de los colectivos humanos, pero se debe aprender, sí o sí, a superarlos de manera constructiva. Todos sabemos que nuestros profes, en virtud de su oficio, son mediadores expertos en resolución pacífica de conflictos. De hecho, su quehacer se debate entre la prevención, la atención y el seguimiento de situaciones que atentan contra la sana convivencia. [Las y los docentes son] «¡Artesanos de humanidad! ¡Y constructores de la paz y del encuentro! ¡Ojalá los gobiernos tomen conciencia de la magnitud de su tarea!» (Papa Francisco)
9. Es un hacedor de milagros.
De manera especial, las y los docentes que desarrollan su labor en comunidades marginadas, en situación de pobreza e injusticia social, se convierten en dispensadores de gracia. A cuántos sacia hambre y sed de conocimientos, pero también el hambre material. Alivia las heridas del pasado y presente y los abusos. Escuelas edificadas y reconstruidas con su propio esfuerzo y patrimonio, o por la gestión voluntaria de recursos donados o recaudados con actividades comunitarias. Muchas maestras/os cercenan su propia billetera para subsidiar los útiles y hasta vestido o alimentación de sus acompañados. Todo esto y más, ignorados por la mirada indolente de gobiernos corruptos y negligentes.
10. Es un artista.
La única virtud trascendente en un artista no es crear obras de arte, también lo es su capacidad de descubrir, cuidar y resaltar la belleza escondida en cada obra, aunque no le pertenezca. Como es de suponer, si un docente es un artista, su oficio es un arte: crear, pulir, perfeccionar y embellecer la obra más importante, la persona, sus estudiantes. Cada explicación, instrucción o corrección es una pincelada. Sus clases, una sinfonía magistral. Sus aulas, las instalaciones de un alfarero. Sus consejos, bellos poemas. Su silencio, un canto armónico. Su material didáctico, una partitura… Lo que hace es arte en estado puro.
11. Es un orgullo para la sociedad.
¿Las y los docentes son realmente motivo de orgullo para la sociedad? Haga usted el juicio. Si juzga que no lo son, entonces intente imaginar una sociedad sin las maestras/os.
12. Es un oficio divino.
Todo lo anterior no sería posible ni alcanzable, con fuerzas y atributos meramente humanos. Esto de ser docente tiene que ser, necesariamente, un acto divino, es decir, la gracia de Dios que se derrama a través de las y los “profes”.
Si eres docente, valora el depósito divino que hay en ti. Si quieres serlo, considera abrir tu corazón para que Dios obre a través de ti. Si tienes un/a profe familiar, amigo o conocido cercano, apóyale en su ardua labor de educar-salvar a la humanidad, pues, sobre cada docente reposa la gran responsabilidad de ser artesanos de una mejor sociedad y, pocos profesionales como ellos, tienen tanta capacidad y posibilidad para gestar el cambio y la transformación que nuestra sociedad, con dolores de parto, clama.
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