El fracaso de la lectura y la escritura en la escuela

Un episodio de la historia escolar muchas veces repetido: Una niña pregunta, “profe, ¿Para qué debemos asistir a la escuela?” La maestra le responde, “para aprender a leer y escribir”. Nuevamente pregunta la niña: “¿Para qué sirve saber leer y escribir?” La respuesta no se hace esperar: “pues, para que hagas tus tareas”. Una vez más la pequeña intenta preguntar, pero es interrumpida: “vuelve a tu puesto y haz tu deber”.

Probablemente, a cada docente, en algún momento, se le habrá acercado uno de sus chicos en el aula con la misma inquietud. Lo cierto es que urge la necesidad de promover la lectura y la escritura entre los escolares como una posibilidad de libertad y felicidad, y como uno de los recursos más efectivos para alcanzar sus sueños y expectativas de vida. Sí, así es. Cuando leo, tengo la posibilidad de explorar mundos, tiempos, lugares, realidades a las que mis limitaciones económicas y espacio-temporales me lo impiden. Puedo conocer cómo otros, muchos otros, entienden el mundo y sus realidades más complejas. Esto en cuanto a la lectura. No es menos importante lo que puedo alcanzar con la escritura.

Cuando escribo, tengo la posibilidad real de ser yo mismo, ser libre, puedo decir lo que pienso, oponerme a las ideas que no me parecen, desaprobar, rectificar, incluso, reinventar la realidad y resignificarla; es decir, escribir (hablar) sin temor a que me manden a callar. Ciertamente, mi país ha atravesado épocas en las que había que callar por temor a ser silenciado por las balas, pero el escribir fue el punto en el que muchos anclaron su seguridad e integridad. Hoy, por fortuna, la situación está cambiando y la escritura sigue teniendo un rol determinante en la historia y en el desarrollo de las personas y de las sociedades. Este nuevo panorama, en buena medida, se debe gracias al auge de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. Dentro de lo que podemos destacar unas nuevas maneras de leer y escribir, nuevas formas de leernos y escribirnos, nuevas formas  de comunicarnos, conocernos, comprendernos, explicarnos y, especialmente, unas nuevas formas de ser y habitar el mundo.

No obstante, la crisis de la escuela se ha agudizado debido a que se han promovido prácticas de aula que emplean lecturas desprovistas del elemento placentero o, peor aún, estrategias de lectura que no desarrollan de manera proporcional, pertinente y responsable, el pensamiento y sentido crítico en los estudiantes, suscitándose de esta manera una evitable aversión hacia ésta. Algo similar pasa con la escritura. Por lo que su finalidad en la escuela debería estar enfocada y definida. Aspectos sencillos, pero cruciales, como el para qué y el para quién escriben nuestros escolares, son claves para que se apasionen por el divino ejercicio de la escritura. De lo contrario, el producto seguirá siendo el fracaso de la lectura y la escritura en la escuela.

Para que nosotros, nuestros estudiantes y las nuevas generaciones, vean la lectura y la escritura como una necesidad y no como una obligación tediosa; mejor aún, para que la escuela contagie la pasión por lo bueno y lo bello de la lectura, y por la libertad y la omnipotencia que desencadena el escribir, es imprescindible que el punto de partida y llegada de ambas actividades sea la libertad, la felicidad, el placer. Esto es, no enseñar a leer y escribir, sino hacer de la escuela, con mística pedagógica, el lugar privilegiado donde se descubre la magia que encierra la lectura y la escritura.

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