Como el aroma de la tierra,
tan variado como eso,
tan valioso y tan sublime,
pero sin quitarle las pisadas,
las basuras, la tala, el ultraje,
el uso-y-abuso.
Sin embargo, siempre puro,
siempre vivo, siempre alcanza,
nunca falta, nunca está demás.
Y aunque parezca confundirse
con fétidos olores, asfixiantes
y agobiantes, y no se le precise
ni demande, Él siempre está.
¡Vaya, sí que se le parece!
No obstante, lo trasciende.
Como el olor de la tierra,
así es su amor por nos.

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